La historia del «Panzer»
Desde que tengo 10 años he convivido con una “artritis reumatoide”, enfermedad que inflama mis articulaciones causando fuertes dolores y rigidez. Actualmente debo desplazarme en una silla de ruedas. Crecer con una enfermedad como esta es difícil, pero con el apoyo de mis padres, hermanos, amigos y la Teletón pude desarrollarme como lo haría cualquier persona.
Siempre me han gustado las actividades en contacto con la naturaleza, pues desde los 11 años (activamente unos 15 años) he sido miembro del grupo scout Huilliche de la Teletón de San Pedro, en donde periódicamente asistía a campamentos en los cuales pasaba varios días compartiendo con jóvenes sin y con distintos tipos de discapacidad física.
Hace algún tiempo, unos cinco años atrás, viví un período de mi vida bastante difícil, en el cual caí en una severa depresión que me mantuvo postrado en cama cerca de 2 años. Mi único logro, por muchos días, fue simplemente sentarme para cepillarme los dientes. Mi vida y mis ganas de vivir se iban desvaneciendo día a día por lo que el apoyo incondicional de mi familia y amigos fue fundamental. Gracias a ellos pude darme cuenta que si ya no era capaz de “morir rápidamente” no podía arrastrar a mi familia a estar siempre pendiente de una persona que no quiere hacer nada por vivir. No podía ni quería ser un “lastre”, por lo tanto debía hacer algo por salir de la situación que estaba viviendo.
Mi recuperación se inició con terapia psicológica y posteriormente con terapia integral en la Teletón. Esta institución ha sido parte importante de mi crecimiento y desarrollo. Lo fue con mis terapias cuando era niño y especialmente en mi etapa de paciente siendo un adulto. En este último y excepcional ingreso a la Teletón no sólo recuperé mi movilidad y animo, sino que también el espíritu. Mis pares (pacientes) con sus ganas de rehabilitarse se convirtieron en un ejemplo sólido de lo que es la motivación para superar la adversidad.
Una vez que recibí el alta en Teletón, me dediqué a buscar trabajo y a realizar “pitutos”. Vendí empanadas de camarones con queso, aprendí photoshop para restaurar fotos, postulé y gané un proyecto de micro emprendimiento para reparar sillas de ruedas eléctricas además de estampar poleras y confeccionar vinilos murales decorativos. Entre tanto, se presentó la oportunidad de trabajo estable y relacionado con mi área de estudio en la universidad, en el cual me he desenvuelto como Ingeniero de Proyectos por cerca de 3 años.
Mi experiencia en el mundo laboral no pudo ser mejor. Estaba en mi área de estudio y el trabajo que desarrollaba me permitía seguir aprendiendo. Pero lo mejor no era eso. El grupo humano que conformaban mis compañeros de trabajo era formidable, conocí colegas que finalmente se convirtieron en amigos. Ellos fueron quienes me bautizaron como “Panzer”. Fue un día de lluvia en que utilicé una capa de pescador mimetizada y al verme comenzaron a compararme con un tanque militar, lo que originó el ápodo.
Varios de mis colegas frecuentemente realizaban salidas a la montaña y cada lunes escuchaba lo magnífico que fue su salida. Esas conversaciones y anécdotas además de las fotografías de los hermosos lugares que visitaban despertó en mi el deseo de “algún día estar ahí”, ver salir el sol a través de las montañas, respirar el aire puro y tener la sensación de casi tocar las estrellas.
En una noche de copas, compartiendo con mis colegas y amigos montañistas surgió el tema de mis ganas de ver un amanecer estando en una montaña. La primera respuesta que recibí fue: VAMOS ENTONCES!, en ese mismo momento nació el desafío y la montaña seleccionada sería el Volcán Antuco.
Podría decir que mi vida se ha desarrollado de forma “normal”, pero mi tiempo libre siempre giró en torno a solucionar temas de salud, especialmente intervenciones quirúrgicas y tratamientos. Por eso, cuando surgió la posibilidad de ascender el volcán la acepte inmediatamente. Era la oportunidad de probar lo que mi “capacidad” me permite hacer y de concentrar mi esfuerzo y trabajo en un objetivo de crecimiento personal, de aventura, que muchas personas, incluso sin discapacidad, nunca se atreverían a realizar. Es importante destacar que mi enfermedad y tratamiento me permite estar bien “por ahora”, no sé como será mi condición en un año mas. Es por esto que con este desafío, quiero poner a prueba no solo mi capacidad física y de trabajo, sino que principalmente mi voluntad, para así poder guardar para siempre en mis recuerdos esta bella experiencia.
Octubre 2011
«La cumbre no es el objetivo, es el medio»
Gabriel «Panzer» Roa